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Prefacio a al edición digital

La primera edición del  Diccionario de Filosofía de José Ferrater Mora (Barcelona 1912 – Barcelona 1991) vio la luz en México en el año 1941. Su publicación en la editorial Atlanta fue relativamente modesta: constaba «tan sólo» de 598 páginas. Ferrater Mora preparó esa primera edición mientras vivía en La Habana (Cuba) y como exiliado de la Guerra Civil Española. La sexta edición del Diccionario se publicó en el año 1979, concretamente en Alianza Editorial. Fue la última edición a cargo de Ferrater Mora.

La obra, fruto de un trabajo interminable y meticuloso de casi cuarenta años, había crecido extraordinariamente. Ahora el Diccionario ocupaba miles de páginas repartidas en cuatro gruesos volúmenes. Para hacerlo más accesible y manejable, aparecieron una serie de versiones abreviadas y temáticas. Tras la muerte de Ferrater Mora, acaecida en Barcelona el 1991, el Diccionario fue puesto al día por Josep-Maria Terricabras, director de la Cátedra Ferrater Mora de Pensamiento Contemporáneo de la Universidad de Girona, institución que Terricabras y Ferrater Mora habían fundado en 1989. Esta séptima edición apareció en 1994 en la Editorial Ariel. 

Desde entonces ha llovido mucho. El mundo ha cambiado a un ritmo vertiginoso. También el pequeño mundo de la Filosofía. Y, sin embargo, el Diccionario de Ferrater Mora sigue siendo la obra de consulta sobre pensamiento filosófico más importante en lengua castellana. No tan sólo eso. Posiblemente sea también el diccionario más completo que haya escrito jamás una sola persona en materia filosófica. No es de extrañar, en este sentido, que Ferrater Mora mantuviera una relación particular con su Diccionario. En el prefacio a la sexta edición confiesa que prefiere otras obras suyas, más originales, a ésta. Por razones obvias, en términos de originalidad su magnum opus no podía apuntar muy alto, a riesgo de traicionar su propio cometido. No obstante, una parte importante del encanto del Diccionario es ese justo equilibrio entre el propósito estrictamente informativo y el enfoque personal que en tantas ocasiones uno puede percibir en sus entradas. La impronta personal de Ferrater Mora en el Diccionario resulta muy notable. Mantener esta impronta y respetar la originalidad del autor en el conjunto de la obra constituye una de las obsesiones de nuestro cometido.

Efectivamente, en la Cátedra nos gusta pensar que esta edición digitalizada y ampliada del Diccionario de Filosofía habría sido del agrado de su autor. Así, cuando menos, lo creía la Dra. Priscilla Cohn, viuda de Ferrater Mora. A menudo recordaba como su difunto marido era un entusiasta de la tecnología y que tan pronto como aparecieron en el mercado estadounidense los ordenadores personales se acopió de uno. Es posible pensar, pues, que se alegraría de ver su Diccionario accesible online, con todas las facilidades de búsqueda y consulta que la informática ofrece. Hoy en día la inmensa mayoría de la gente ya no escribe a mano o a máquina, sino con ordenador y ayudándose de internet. Los diccionarios útiles son los que uno puede consultar al instante con un clic del teclado. Por otra parte, un diccionario es útil solamente si está mínimamente actualizado.

A este respecto, en lo que hace a la delicada tarea de actualizar una obra al fin y al cabo tan singular e irrepetible, es bueno aclarar que nos guiamos por los tres siguientes criterios: completar cuando sea estrictamente necesario; ampliar hasta un límite razonable; garantizar la excelencia tanto en la tarea de completar como en la de complementar.

Se trata, en primer lugar, de introducir la información estrictamente necesaria allí donde una entrada ha quedado claramente incompleta por el paso del tiempo (por ejemplo, la muerte reciente de un determinado pensador). 

En segundo lugar, se trata de ampliar la última edición en papel añadiendo o bien contenido a las entradas originales de Ferrater Mora, o bien añadiendo artículos nuevos sobre pensadores o conceptos que todavía no figuraban en el Diccionario, pero que a juicio de los editores debieran figurar en él (por ejemplo, añadir las entradas «superveniencia» o «Étienne de la Boétie»). En esta primera oleada, nos hemos centrado en este segundo tipo de tarea. Es decir, nos hemos esmerado en añadir artículos completos sobre autores o conceptos ausentes en la última edición. En una segunda oleada nos ocuparemos más detenidamente  en complementar los artículos escritos por el propio Ferrater Mora. Naturalmente, ambas operaciones de actualización comportan un riesgo. A diferencia de lo que es imperativo en la impresión en papel, los medios digitales no imponen límites a cuánto contenido cabría añadir a una obra. Tampoco precisan de límites temporales. La actualización puede perdurar indefinidamente y no tiene sentido hablar propiamente de «ediciones» o «nuevas ediciones». En consecuencia, dada la indefinición espaciotemporal de internet, a la larga existe un cierto riesgo de «desnaturalizar» el hecho de que el Diccionario sea fruto del trabajo de un solo autor. Es decir, existe el riesgo de que el Diccionario Ferrater Mora –como suele llamársele también– deje de ser de Ferrater Mora. Por esta razón, a fin de soslayar tal peligro, en la Cátedra y de común acuerdo con Priscilla Cohn nos hemos fijado el objetivo de introducir un máximo de nuevas entradas. Más concretamente, un 10% del total, es decir, alrededor de unas 440 entradas (el Diccionario tiene ahora mismo un poco más de 4.400).

Finalmente, con tal de garantizar la calidad del texto añadido, la mayor parte de las nuevas entradas las hemos encargado a reputados especialistas en cada una de las materias en cuestión. Muchas de estas entradas, como a menudo sucede en el Diccionario, son verdaderos artículos, largos y exhaustivos, sobre un tema. Afortunadamente, existe más de una generación de filósofos en España y el mundo hispanohablante en general, cuyo conocimiento y admiración por la obra de Ferrater Mora es de sobras manifiesto. En este sentido, se trata de que el Diccionario de Filosofía no pierda nunca el carácter de ser obra de un solo autor y, al mismo tiempo, devenga un texto también colectivo. Al fin y al cabo, un diccionario recoge los usos de una comunidad de hablantes.

En nuestra opinión, el Diccionario de Filosofía resulta útil o interesante por tres razones al menos. En primer lugar, nos puede ayudar a entender mejor el uso de los términos y los conceptos de la Filosofía. El Diccionario se añade, en este sentido, al conjunto de recursos que el lector puede encontrar ya en internet (más bien escasos en filosofía, cabe añadir). Estamos convencidos, sin embargo, de que no se trata de un recurso más, sino de una obra de referencia fundamental y de gran utilidad para todos los interesados en el pensamiento filosófico. A diferencia de otros recursos disponibles en la red, el Diccionario de Ferrater Mora no es meramente informativo. Un diccionario de Filosofía no puede ser meramente informativo. Tiene que aspirar a que, de algún modo, el lector aprenda Filosofía mediante la información que proporciona. En este aspecto, la obra magna de Ferrater está llamada a continuar jugando un papel clave.

En segundo lugar, el Diccionario nos puede ayudar a fijar el uso de los términos filosóficos. Todo diccionario tiene siempre un componente  informativo y un componente normativo: nos informa sobre cómo se dicen las cosas, pero también sobre cómo debieran decirse. Sin ánimo de menospreciar para nada los excelentes diccionarios o las enciclopedias que han aparecido en los últimos años, nos atrevemos a sostener que en el campo de la Filosofía en castellano hasta ahora el Diccionario de Ferrater Mora ha jugado en buena medida esta función de autoridad –una función, claro está, que debe continuamente adaptarse a los usos del presente. En el mundo hispanohablante, como en cualquier otra comunidad de hablantes, hoy resulta más necesario que nunca que existan voces de referencia autorizadas sobre el modo de usar las palabras. 

Por último, el tercer tipo de interés que alberga esta versión digitalizada del Diccionario es más específico y va más allá de las funciones que suelen cumplir los diccionarios corrientes. Pues, como resulta obvio, también se interesarán por él los estudiosos de la historia del pensamiento en el mundo hispano. Al fin y al cabo, el Diccionario es en buena parte la obra de un intelectual español con una biografía y una trayectoria histórica determinada escrita durante un período temporal determinado. Nuestra actualización, de algún modo, aleja el Diccionario de su contexto histórico para acercarlo al presente, pero no por ello deja de ser interesante para los historiadores. Tal vez incluso los ayude en sus pesquisas e interrogaciones –por ejemplo, «¿por qué Ferrater Mora no introdujo un artículo sobre Hannah Arendt en ninguna de las ediciones?».

En su último prólogo al Diccionario, Ferrater Mora hace dos afirmaciones muy oportunas y que ahora vale la pena recordar. «En cualquier obra de esta índole –dice– a diferencia de las monográficas, no es posi­ble decirlo todo sobre una sola cosa, pero hay que decir algo sobre muchas co­sas.» Es decir un diccionario de Filosofía generará siempre una cierta insatisfacción en el especialista en la materia. El objetivo, sin embargo, es que el especialista en un campo temático pueda aprender algo sobre lo que han desarrollado los especialistas en otro campo. A lo que Ferrater Mora irónicamente añade: «En este Diccionario se dice algo sobre tantas cosas que ello puede hasta constituir una especialidad.»

La segunda observación que extraemos del prólogo escrito en 1976 tiene que ver con el objetivo último del Diccionario. En opinión de su autor, un diccionario ayuda a «crear la infraestructura educativa y cultural» que permite «la formación [cultural] de multitud de per­sonas». «Hacer estas cosas por motivos nacionales o, como en el caso del español, plurinacionales, sería sospechoso. Lo impor­tante es que el beneficio sea, no sólo nacional, o plurinacional, sino también, y sobre todo, social.» La cultura es parte esencial de una sociedad. Y en toda cultura que se respete es preciso que haya «contribuciones creadoras y ordenadoras suficientes en los aspectos fi­losófico y científico». Es principalmente con el ánimo de satisfacer este propósito social que la Cátedra Ferrater Mora se ha propuesto ofrecer al público esta versión digitalizada y ampliada del Diccionario de Filosofía que durante tantos años elaboró su fundador. 

En el arduo trabajo de digitalización del Diccionario –más de 12.000 páginas en 4 volúmenes– han participado una serie de personas cuyos nombres ahora es prescriptivo evocar. El primer y mayor agradecimiento, claro está, es para Priscilla N. Cohn y su hijo Clifford Cohn, cuyo apoyo al proyecto fue desde siempre entusiasta. Aunque la Dra. Cohn murió en junio de 2019, nos consuela pensar que llegó a ver la web con casi todo el diccionario ya digitalizado. En segundo lugar, nuestro más sincero agradecimiento a los editores de Geminatae E-ditiones por haber aceptado el reto de emprender la digitalización del Diccionario y, especialmente, a Laia Regincós por haber culminado tan excelentemente la tarea. Durante estos años, muchas personas han colaborado en las pesadas tareas que necesariamente había que llevar a cabo en un proceso de digitalización de estas características tan complejas. A todas ellas, nuestro agradecimiento. Pero tres nombres sobresalen y es de justicia ahora que los mencione expresamente: Alba González Padrós, Max Pérez y Ramon Fàbrega. Las últimas palabras de agradecimiento son para todos los autores que han colaborado y que están colaborando en la actualización del contenido del Diccionario, en especial, el director honorario de la Cátedra, el Dr. Josep-Maria Terricabras.

Joan Vergés Gifra, Director de la Cátedra Ferrater Mora de Pensamiento Contemporáneo

Girona, 8 de abril de 2020

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