DEMONIO
Platón en varios de sus diálogos y Jenofonte en los Ἀπομνημονεύματα (Memorabilia, Recuerdos) se han referido al llamado demonio de Sócrates. El pasaje más célebre al respecto se halla en la Apología de Sócrates (31 C-D), cuando, al explicar el filósofo por qué no obstante interesarse por los asuntos de cada ciudadano (o, mejor, de cada hombre) no se ha ocupado de los de la ciudad, indica que el motivo de ello reside en que algunas veces emerge de él algo divino, θεῖον, y demoníaco, δαιμόνιον, y que desde su infancia una voz, φωνή, se hacía oír a veces en su interior para empujarlo a no hacer lo que había estado a punto de hacer (si bien no empujándolo nunca hacia la acción). Se trata, así verdaderamente de una señal, σημεῖον (ibid., 41 D).
El nombre usado por Platón es el adjetivo (a veces sustantivo) δαιμόνιον (daimónion) y no el sustantivo δαίμων (daímon). Ambos suelen traducirse